Artistas e intelectuales, en su mayoría, coinciden:
si las musas existen, se acercan solo a quienes están transpirando:
"La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando", aseguraba el pintor
Pablo Picasso.
"Si la inspiración no viene a mí, salgo a su encuentro, a la mitad del camino", advertía
Sigmund Freud, médico austríaco (o creativo intelectual, si se tiene en cuenta que fundó el psicoanálisis).
"El genio es 1% de inspiración y un 99% de sudor", declaraba el inventor
Thomas Alva Edison.
El sitio
Buenos Aires Capital del Libro 2011 (en honor a que esta ciudad -como antes Madrid, Alejandría, Nueva Delhi, Amberes, Bogotá, Ámsterdam, Montreal, Turín y Liubliana- recibió por este año la distinción de la Unesco como Capital Mundial del Libro) se dedicó a plantearles esta pregunta (y otras más) a muchos escritores argentinos contemporáneos.
La pregunta es:
"¿Existe para usted una rutina a la hora de escribir? ¿Repentina inspiración o hábito sostenido?". Aquí, las respuestas más jugosas:
Andrés Neuman, contra el lugar común acostumbrado (inspiración vs. hábito), plantea:
"Creo que no existe ninguna diferencia entre el hábito y la inspiración.
La costumbre fabrica epifanías. ¿Alguna rutina? La salvaje: escribir todo lo que pueda, siempre que pueda.
La autora
Elsa Drucaroff opina:
"Sin el hábito sostenido, la repentina inspiración se pasa rápido y además nos maneja, llega cuando llega. Sola no sirve. Sirve cuando irrumpe mágicamente (me ocurrió, pero pocas veces), si no,
hay que aprender a convocarla, facilitarla. El negro Fontanarrosa decía que la inspiración existe y a él siempre lo agarró trabajando. Ídem. Mi rutina para escribir consiste en usar todo el tiempo que puedo en depositar mi trasero en una silla preferentemente cómoda, ponerme los anteojos y empezar a teclear. Hay un momento en la elaboración de las novelas (cuando están bastante avanzadas y ese mundo y los personajes andan desplegándose en mí casi sin esfuerzo mío) en que preciso aislarme de la familia: me quedo completamente sola en algún lugar y trabajo ocho o nueve horas diarias, suelo escribir así un tercio del libro y o lo termino, o vuelvo con todo casi terminado".
Noé Jitrik, por su parte, define:
"Podría creer que padezco de inspiración pero en realidad
son solo ocurrencias a las que no les atribuyo ese carácter divino. Diría, correlativamente, que escribo por hábito sostenido; eso puede ser considerado rutina, pero en realidad escribo en cualquier parte y en cualquier momento".
Abelardo Castillo responde con determinación:
"Ninguna rutina; detesto la palabra
rutina. También detesto la palabra
inspiración, que me hace pensar en señoritas sublimes al borde del desmayo. Escribo como puedo y cuando puedo".
Y, finalmente, la siempre libre de corsets
Hebe Uhart declara:
"No tengo rutina, y no sé por qué le parece a la gente tan importante la rutina de un escritor cuando al ser individuos tan distintos los escritores todos tienen hábitos tan distintos como sus peculiaridades como individuos. En cuanto a la segunda parte de la pregunta, la repentina inspiración y el hábito sostenido no son dicotómicos:
la inspiración (configuración de una imagen, sensación, etc.) suele venir cuando uno está o estuvo pensando largamente en una dirección".
¿Qué piensan ustedes del quehacer artístico? ¿Qué despierta la creatividad, de qué depende? Lo conversamos
en el blog.
Hasta el próximo boletín,
LibrosEnRed
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